15 enero 2017

2017, EL AÑO DE TODAS LAS INCERTIDUMBRES Julio Rodríguez López

 [1]
 Las previsiones del pasado octubre de 2016 del Fondo Monetario Internacional para 2017 apuntaban hacia un crecimiento del 3,4% en la economía mundial (3,1% en 2016). Dicha evolución se apoyaría en la mayor expansión de las economías emergentes, que explicaría las tres cuartas partes del crecimiento global previsto. Toda previsión tiene abundantes riesgos de no cumplirse, como podrían serlo en 2017 la presencia de crisis profundas en China o unas consecuencias más que negativas del “Brexit” para la Eurozona. Sin embargo, el riesgo mayor se deriva de las consecuencias sobre la economía mundial de las acciones del nuevo presidente de Estados Unidos.

Según Martin Wolf (“The risks that threaten global growth” FT, 4.1.2017) existen tres tipos de  shocks desestabilizantes, como son los que se derivan de guerras significativas, los shocks inflacionarios y las crisis financieras. El empujón fiscal anunciado por el belicoso próximo presidente de Estados Unidos (reducción de impuestos a empresas y hogares poderosos y aumento de algunas inversiones públicas) puede ocasionar un enfrentamiento con la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos. Dicha tensión puede terminar con una elevación significativa de los tipos de interés o con  un resurgimiento importante de la inflación, lo que no deja de ser un shock desestabilizante.

En 1977 John K. Galbraith publicó un libro que tuvo por entonces buena acogida, “La era de la incertidumbre”. El periodo comprendido entre 1950 y 1975, de crecimiento prolongado y de evolución predecible,  terminó de forma abrupta con las primeras subidas espectaculares  del precio del petróleo. A ello se unió la evidente imposibilidad de restablecer el marco  establecido a nivel internacional en los acuerdos de Bretton Woods.

 En 1977 Jimmy Carter  no fue un modelo de presidente de Estados Unidos, pero ni de lejos se le ocurrieron iniciativas como amenazar con acciones que pusieran en riesgo el sistema económico mundial,  volver la espalda a los compromisos internacionales de Estados Unidos con la OTAN  y con la Organización Mundial del Comercio,  enredarse en conflictos con la Reserva Federal o provocar un fuerte agujero fiscal. Comparado con Trump, Carter fue un modelo de predictibilidad (Barry Eichengreen, “The age of Hyper-Uncertainty”, Social Europe, 9.1.2017).

 Aunque fuese a cosa de las economías emergentes, las previsiones del FMI para 2017 eran moderadamente optimistas. Ahora, todo se ha puesto en cuestión. Sobre la evolución de 2017 influirá, además,  lo que suceda en países como China, Turquía y Brasil, así como las consecuencias del Brexit, respecto del cual  es general el comentario de que el gobierno británico no  tiene muy claro el camino a seguir.

La previsión para la economía española es de una desaceleración del crecimiento desde el 3,2% de 2016 hasta algo menos del 2,5% en 2017. La previsible subida de los precios de las materias primas, el menor impacto de la política monetaria expansiva del Banco Central Europeo y el ajuste fiscal a que obligan las exigencias de la Comisión Europea serán factores que frenarán el crecimiento de dicha economía. Esta última todavía tiene bastantes problemas pendientes, como la elevada deuda, la salida al problema de las pensiones, la todavía más que elevada tasa de desempleo, problemas que tardaran más en solucionarse en caso de frenarse el crecimiento.

 El oleaje derivado de las acciones y de las palabras  del nuevo inquilino de la Casa Blanca no dejará de sentirse en esta parte de Europa. Las opiniones sobre las consecuencias de sus decisiones distan de ser unánimes, pero todo apunta a que en 2017 “viviremos peligrosamente” (M. Wolf, op.cit.) 

 Artículo publicado en la revista semanal “El Siglo de Europa” el 16 de enero de 2017




[1] JRL es  Vocal del  Consejo Superior de Estadística y miembro de Economistas Frente a la Crisis