26 julio 2006

Los carteles del puerto

Julio Rodriguez López
El número extra de verano del semanario “El Faro” supone una toma anual de contacto con la realidad de Motril. Todos los años destacan en dicho número las buenas fotos que lo acompañan, que ilustran mejor que muchas palabras los cambios que están teniendo lugar en esta ciudad. Se advierte en las mismas el descenso de la superficie destinada a los cultivos agrícolas y se anticipan los cambios que se avecinan en la trama urbana, derivados del cierre de las dos autovías del Estado que confluyen en el término municipal motrileño.
El contexto nacional de España también está registrando cambios cuyas consecuencias será preciso transcurra algún tiempo para advertir su alcance. La economía española mantiene un intenso ritmo de crecimiento, apoyado en el consumo y en la construcción, sobre todo la residencial. El fuerte déficit exterior de dicha economía no está planteando, hasta el momento, problemas de financiación, gracias a la fuerte aportación de ahorro desde el resto del mundo.
En nueve años de auge inmobiliario se han construido más de cinco millones y medio de viviendas en España, casi el doble que lo que ha crecido el número de hogares. Solo Andalucía construye más viviendas que muchas naciones europeas, algunas tan importantes como el Reino Unido. Los españoles han sustituido masivamente ahorro bancario por viviendas, que se adquieren en casi un 40% del total de ventas como forma de colocación del ahorro. La moderada subida de los tipos de interés que está teniendo lugar, junto al intenso volumen de construcción desarrollado, parece anticipar un periodo menos dinámico en la evolución de las compras de viviendas.
Se advierte en los últimos años una tendencia creciente de los municipios a estimular la construcción residencial, en detrimento de otro tipo de desarrollos alternativos. Escasea en general el suelo industrial o destinado a actividades productivas alternativas a la citada construcción de nuevas viviendas. La administración central apenas tiene competencias en materia de urbanismo, quedando así la responsabilidad de las decisiones relativas al destino del suelo en manos de ayuntamientos y autonomías.
Los primeros resultados de dicho proceso no parecen ser brillantes, a la vista de la hipertrofia que está registrando el desarrollo inmobiliario y de las negativas consecuencias ambientales que dicha evolución está provocando. Son elevados los riesgos que conlleva el que tuviese lugar un cambio significativo en la coyuntura inmobiliaria, ante la debilidad del tejido productivo que va a permanecer tras el aluvión de la construcción de nuevas viviendas.

Motril debe ir más allá del ladrillo
En enero de 2005 un cartel colocado a la entrada del puerto motrileño calificaba como de “basurero municipal” la instalación de una determinada fábrica en el área de expansión del puerto, área en cuyo desarrollo está teniendo un papel relevante la Junta de Andalucía. Dicha fábrica podría generar unos cien nuevos puestos de trabajo. En abril de 2006 otro cartel descalificaba el desarrollo empresarial de dicha área con el agresivo rótulo de “Quieren poner un polígono industrial”, cosa que debe ser una especie de desgracia para los autores de dicho comentario.
La trascendencia del contenido de dichos carteles resulta mayor cuando se advierte el amplio eco de los mismos en el discurso político local. La calidad ambiental de cualquier barriada de Motríl es un bien preciado, pero el destacado protagonismo de la oposición vecinal al desarrollo empresarial del área del puerto podría revelar que existen intereses adicionales a los meramente vecinales.
El puerto de Motril se construyó por el Estado en las dos primeras décadas del siglo veinte con el fin de favorecer el desarrollo de toda la provincia de Granada, en la que se recibió con la mayor simpatía la noticia de dicha construcción. Dicho puerto ha sido objeto de una ampliación decisiva en los últimos años. Esta circunstancia puede reforzar su papel en la economía de la provincia y de Andalucía. El área de expansión del puerto desempeñaría un papel relevante en dicha evolución, a la vez que podría contribuir a que en Motril se generase un volumen significativo de nuevos empleos estables. Estos últimos subsistirían cuando amaine el ritmo de construcción de nuevas viviendas en Motril en los próximos años.
Los resultados del último Censo de Población pusieron de manifiesto que los empleos ligados a la agricultura tenían una participación importante en Motril en la fecha de referencia censal (1º de noviembre de 2001). La caída de rentabilidad de la horticultura en los últimos años, derivada sobre todo de la fuerte oferta de dichos productos procedente del norte de Africa, provocará posiblemente la desaparición de numerosas explotaciones agrícolas en la comarca de la Costa, lo que tendrá una influencia negativa sobre el empleo y sobre la economía de Motril, donde no todo el mundo vive de la construcción.
La edificación de nuevas viviendas genera un número importante de empleos. Sin embargo, el ritmo de construcción de los últimos años no va a continuar ni tampoco serán un foco de creación de puestos de trabajo permanentes los “bosques” de viviendas que se están construyendo en las vegas, vieja y nueva, de Motril y los nuevos campos de golf que van a proliferar como reclamos publicitarios de los mismos.
En estas condiciones, el puerto de Motril es el principal activo de futuro de esta ciudad, el mayor foco potencial de esta ciudad en cuanto a creación de actividad y de nuevos empleos. Dicha circunstancia justifica el que deba de compatibilizarse la actividad de tráfico de mercancías de dicho puerto con el uso adicional del mismo derivado de la expansión inmobiliaria residencial que está teniendo lugar en la zona oeste de la antigua vega de Motril. Dichos proyectos inmobiliarios, que coinciden con la oposición al desarrollo económico de Motril apoyado en el puerto, deben de someterse a los intereses generales de esta ciudad y del resto de la provincia, y no anteponerse a los mismos.
El ayuntamiento motrileño debe de priorizar los intereses generales de la ciudad, en el presente y en el futuro, a cualquier interés particular. Tampoco se debe de supeditar el futuro de Motril a los objetivos cortoplacistas de mayor recaudación fiscal que conlleva el crecimiento indiscriminado del ladrillo. Los mayores ingresos de dicho ayuntamiento derivados de la fiscalidad municipal asociada con la construcción residencial (plusvalías de los solares sobre los que se va a construir, tasa de licencia de obras, Impuesto sobre construcciones y obras –ICIO-, plusvalías del suelo derivadas de la venta de las viviendas y, sobre todo, el “sueldo fijo” que supone el Impuesto sobre bienes inmobiliarios -IBI) son importantes. Sin embargo, en la acción política local no deberían predominar los objetivos de corto plazo, ni tampoco un ayuntamiento es una empresa cuya finalidad fuese la de conseguir el máximo posible de ingresos, sacrificando a dicho propósito el futuro de una ciudad.
La defensa de la calidad de vida de los vecinos de la barriada limítrofe con el puerto de Motril puede conseguirse sin frenar el progreso de esta ciudad. Un posible parque empresarial en el área de expansión del puerto es una fuente potencial de creación de actividades empresariales y de empleos y no precisamente un basurero.
A título de ejemplo, resulta muy superior la aportación a Motril de la fábrica de papel, construida en plena vega en los años sesenta del pasado siglo, que lo que cabe esperar en el futuro de las urbanizaciones que están ocupando la vega de Motril, sobre todo cuando haya terminado la construcción de las mismas. De cumplirse lo que se defiende en los carteles colocados a la entrada del puerto, hostiles al desarrollo del mismo y al aprovechamiento pleno de la fuerte inversión realizada por el estado español en la ampliación de dicho puerto, no resultaría para Motril un camino de progreso, sino de decadencia, además de constituir un derroche de dicha inversión.