El segundo fin de semana de septiembre de 2015 trajo consigo la elección
por el Partido Laborista británico del líder más radical en la historia de
dicho partido, Jeremy Corbyn. Este último ganó con holgura a tres candidatos
alternativos, a los que el alcalde
conservador de Londres, Boris Johnson,
había calificado como de “zombis sin discurso”. La elección citada puede
suponer un revulsivo en la escena política
británica y también puede tener efectos considerables en el hasta ahora deprimido panorama de la
izquierda en Europa.
Corbyn ha sido elegido por los militantes y simpatizantes del Partido Laborista, según un criterio de elección diseñado por el líder precedente,
Ed Miliband. El nuevo líder tiene un serio problema con los restantes diputados
laboristas, de los cuales el 90% discrepa
seriamente de algunas de las
políticas preconizadas por el nuevo líder. Más que de los diputados que vienen
de la etapa de Toni Blair, el nuevo líder va encontrar más enemigos entre los
que han aceptado formar parte del “gobierno en la sombra”, cuya fidelidad
resulta dudosa en principio.
Todo
parece indicar que Corbyn va a priorizar la elaboración de un programa
económico alternativo al del gobierno conservador actual. En dicho programa se defenderá
la eliminación de la política de
austeridad, y en el mismo se hará una
defensa importante de las inversiones públicas
y de las prestaciones sociales, en especial educación y sanidad. Se atacarán
las privatizaciones de servicios públicos, y se defenderá el retorno al sector
público de algunos servicios públicos privatizados, como los ferrocarriles.
Las inversiones públicas podrán
financiarse con recursos procedentes del Banco de Inglaterra.
Corbyn
mantiene una relación estrecha con los
sindicatos, y ha anunciado su oposición a
la reforma sindical en marcha presentada por el partido conservador,
encaminada a hacer más difícil la realización de huelgas. La llegada al
liderazgo de Corbyn tiene lugar en un
momento en que los partidos socialdemócratas
y de centro izquierda europeos carecen de respuestas convincentes a
buena parte de las negativas consecuencias
derivadas de la profunda crisis transcurrida entre 2008 y 2013.
El aumento de las desigualdades, el
papel del Estado, la realidad de unas sociedades envejecidas, la evidencia del cambio climático, la presencia de
movimientos migratorios intensos, son ejemplos de cuestiones a las que los partidos
de centro izquierda no han respondido de
forma contundente (David Gow, Jeremy Corbyn: Turning point o false dawn for
Europe`left?, Social Europe, 14.9.2015). En algunos casos dichos partidos
aparecen como defensores de la reducción del déficit y del gasto público de
forma más radical que los propios partidos conservadores, con lo que resultan escasamente
atractivos a la hora de votarles.
En el Reino Unido el primer ministro,
David Cameron, y su poderoso ministro de hacienda, Osborne, pretenden llevar el peso del gasto
público en la economía a los niveles más reducidos de la historia del Reino
Unido. Dicha política pretende disminuir las prestaciones sociales a la vez que
se reduce de forma paralela la fiscalidad sobre las herencias. En el posible
programa económico de Corbyn las nacionalizaciones anunciadas y la consecución
de un elevado volumen de ingresos fiscales a través de la lucha contra el
fraude aparecen como algunos de los puntos más débiles.
La posición de Corbyn ante el anunciado referéndum propuesto por Cameron
para decidir si el Reino Unido va o no a seguir en la Unión Europea resulta
controvertida. Corbyn hasta ahora ha tenido un perfil más bien de
euroescepticismo. El nuevo líder, que considera
criticables numerosos aspectos de la Unión Europea, ha censurado la política seguida en el caso griego, así
como el carácter acusadamente neoliberal de la política económica seguida en el
marco de la Zona Euro.
Destaca
en Corbyn el alejamiento de sus posiciones respecto de las defendidas por los
socialistas en Francia y por los socialdemócratas en Alemania. Corbyn deberá hacer frente en no mucho tiempo a las
consecuencias de los resultados de las
elecciones regionales a celebrar en 2016 en Escocia y en Gales y en de la elección
de alcalde de Londres, donde el candidato laborista se le considera como como
próximo a Corbyn. Tales resultados incidirán sobre la situación del nuevo
líder.
“El viejo Nuevo Laborismo es un
anacronismo. Cualquier programa capaz de unir a la izquierda debe de ser más
radical y contundente. Se pueden hacer políticas más racionales en materia de
planificación urbanística, en vivienda, en financiación de los ayuntamientos y
en materia de reforma fiscal…Una oposición que defienda tales posiciones puede
ser inconcebible y, sobre todo, inelegible (Martin Wolf, “A radical and
rational plan for a post-crisis Labour party”, FT, 3.9.2015).