Julio Rodríguez López
 El comportamiento de los indicadores económicos en España parece señalar que la etapa de descenso de la actividad productiva ha quedado atrás. La situación del mercado de trabajo resulta todavía poco estimulante, a la vista del  elevado desempleo y de la persistencia en el descenso del número de empleos. Una vez contrastado el fin del empeoramiento de la situación, se trata ahora de actuar de forma que se fortalezca la capacidad de competir de la economía española.
 El fuerte aumento de los déficits públicos en numerosos países, en especial en el caso de los miembros de la Eurozona situados al sur de Europa, encubre una intensa pérdida de competitividad por parte de los mismos. El débil crecimiento se ha tratado de superar a través del gasto público. Tal  actuación deberá cambiar de signo en el inmediato futuro,  sobre todo si se pretende tranquilizar a unos mercados de deuda  que atienden atentamente al perfil neto de las actuaciones fiscales desarrolladas por los gobiernos. Estos últimos deben de acudir sin remisión a tales mercados para refinanciar los más que elevados niveles de deuda  pública, que se desbordaron  a raíz de la crisis de 2007-2009. 
 En el caso de España destaca el elevado endeudamiento del conjunto de la economía frente al resto del mundo. Familias y empresas se endeudaron de forma espectacular en el transcurso de la etapa de auge acaecida entre 1997 y 2007. La brecha entre créditos y depósitos la cubrieron las entidades de crédito, bancos y cajas de ahorros, apelando intensamente a los mercados exteriores para atender así a las fuertes demandas de crédito  que provocó el auge inmobiliario. El crédito creció impulsado sobre todo por  los reducidos tipos de interés  vigentes y por las extendidas expectativas de que el fuerte aumento de los precios de las viviendas iba a  durar para siempre.   
La deuda pública española, que se mantuvo en un nivel moderado en la fase alcista de la economía,  ha crecido en 2008-09 como consecuencia del elevado déficit publico  sufrido durante  los dos años de crisis. Los gobiernos autónomos han contribuido asimismo al aumento de dicha deuda, situación que conocen los mercados de deuda, donde   estarán muy atentos  al papel de control que pueda desempeñar el gobierno de España sobre el endeudamiento de dichas administraciones territoriales. De un nivel de deuda pública  en España que no llegaba al 40% del PIB en 2008 se alcanzará el 70% entre 2010 y 2011, lejos todavía del 85% correspondiente a la media de la Eurozona. 
  El esfuerzo de reducción del déficit obligará en el caso de España  a efectuar reducciones intensas del gasto público de aquí a 2013, lo que ejercerá un efecto deflactor importante sobre el conjunto de la economía.  “La cuestión es como lograr que el crecimiento retorne a la economía con la rapidez precisa tanto para impedir la deflación  como para que la contracción económica no se lleve el trabajo logrado a través de los ajustes fiscales” (Edward Hugh, “From a greek debt crisis to a eurozone structural one?”, “A fistful of euros.  Economics: countries briefing”, 26.marzo.2010). 
 La recuperación sostenida del crecimiento solo será posible en un contexto de mayor competitividad general. Las exportaciones de mercancías y  de servicios suponían en 1997, antes del auge, el 26,3% del PIB de la economía española, mientras que en 2009 dicha participación retrocedió hasta el 23,7%. En realidad  el peso de las exportaciones en el PIB creció en España hasta 1999, año en que llegaron a suponer el  29% del PIB. Después de dicho año el descenso acusado de la citada participación  reflejó  la sustancial pérdida de competitividad que para la economía española supuso el auge antes citado. Este último se apoyó  en la  expansión de la demanda interna y más concretamente en la fuerte expansión de la construcción residencial. 
 La menor  capacidad de competir de  España ha  beneficiado a los países con los que se mantienen  más intensas relaciones comerciales, como es el caso de Marruecos. En este país se han alquilado  miles de hectáreas a productores agrícolas españoles, lo que ha reducido  los precios de venta de las producciones equivalentes obtenidas en España. Marruecos ha desarrollado asimismo  en Tanger un puerto dotado de una extensa area industrial en la que se ha instalado un  número significativo de empresas españolas. Lograr para los puertos españoles un contexto equivalente resulta poco menos que imposible. Ayuntamientos y promotores estan en otra galaxia diferente, reteniendo suelo a la espera de que resuciten los precios de la vivienda, actuaciones que debilitan la capacidad exportadora de España. 
  No solo fue excesivo el ritmo de construcción de nuevas viviendas en los diez años “de vino y rosas” comprendidos entre 1997 y 2007,  sino que con motivo de  dicha expansión se expulsaron recursos productivos, desde el ahorro hasta el suelo, desde actividades productivas sostenibles hacia la edificación de nuevas viviendas. Estas últimas irán vendiéndose lentamente y en algunos casos no se ocuparán nunca. España ha sufrido asi un descenso significativo  de su producto potencial que llevará tiempo  recuperar. En numerosos puntos de España la pregunta que se hace ahora  la gente es a que se va a dedicar el enorme stock de albañiles en paro (800.000), en un contexto en el que buena parte de la agricultura y de la industria  tienen dificultades serias para competir.  
Publicado en El Siglo 12 Abril 2010
 
