En 2017 se cumplen diez años del inicio
de la crisis financiera mundial y cinco años del rescate del sistema financiero
español, acordado entre el gobierno y las autoridades europeas. El “cenit” de
la crisis financiera tuvo lugar en septiembre de 2008, coincidiendo con la
quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers. El momento más delicado de la
crisis para el sistema financiero español tuvo lugar en mayo de 2012, coincidiendo
con la dimisión forzada de Rodrigo Rato como
presidente de Bankia-BFA.
El sistema
bancario mundial ha resultado seriamente afectado por la crisis. La
transformación ha incidido sobre su
dimensión, así como sobre su estructura y funcionamiento. Esta evolución
ha tenido lugar en gran parte por haber actuado como factor desencadenante de
la crisis y también por la profunda influencia que sobre el mismo están
ejerciendo las nuevas tecnologías. Estas últimas permiten el acceso al negocio bancario, en toda su
escala, a empresas hasta ahora ajenas al negocio financiero.
En el caso del
sistema financiero español, la crisis y la posterior desaparición práctica de
las cajas de ahorro como entidades de crédito ha sido uno de los aspectos más
relevantes. Todas las cajas están ahora integradas en grupos bancarios o han
sido absorbidas por bancos. Tales entidades habían llegado a alcanzar en 2007
una dimensión equivalente al 50% del sistema bancario español, a la vez que
desarrollaban una intensa actividad sociocultural a través de la parte de los
beneficios asignados a la Obra Benéfico-Social.
La actividad de
las cajas, cuyo origen ideológico se encuentra en la Ilustración, se desarrolló en España durante algo menos de
dos siglos. En su origen estuvo el intento de luchar contra la exclusión bancaria y de destinar
sus beneficios a actividades sociales. En principio, el carácter
fundacional de las cajas de ahorros y la supervisión compartida de las mismas
entre las comunidades autónomas y el Banco de España complicaron la solución a
los serios problemas aparecidos a partir de 2007.
En 2009 se
produjo la primera de las intervenciones de entidades derivadas de la crisis,
concretamente la correspondiente a la Caja de Castilla-La Mancha. Se puso de
manifiesto entonces la fuerte concentración crediticia producida en la fase
previa de “burbuja” en el segmento inmobiliario (promotor, constructor y
comprador), que superó en 2007 el 60% del conjunto del crédito al sector
privado y se aproximó al 100% del PIB.
Las entidades
de crédito, en especial las cajas, apelaron masivamente a la captación de
recursos en los mercados de capitales, véase préstamos de bancos europeos,
sobre todo alemanes, ante la imposibilidad de atender dicha demanda por medio
de los depósitos bancarios. Esta circunstancia complicó el ajuste provocado por
el pinchazo de la burbuja en el mercado inmobiliario.
Después de 2007 se produjo asimismo un crecimiento importante de la morosidad
bancaria, en especial en los créditos a promotor inmobiliario, y resultaban evidentes los problemas de
solvencia y de liquidez en amplios segmentos del sistema bancario español. Tales problemas se habían acentuado más en
las cajas, pero no se habían limitado en exclusiva a dichas entidades. Las cajas
también acusaron su presencia en la
financiación de proyectos nunca justificables de impulsar mediante
préstamos bancarios, circunstancia derivada de la presión de las comunidades
autónomas, que había asumido su
tutela tras la aprobación de la Constitución
de 1978 y de los respectivos Estatutos de Autonomía.
Desde 2009, los primeros intentos de
reforma atendieron sobre todo al cambio
de los estatutos de las cajas, reduciendo el nivel de politización de los
órganos de gobierno de las mismas. Desde el inicio, en especial desde el Banco
de España, se trató de impulsar la
fusión de las cajas de ahorros, lo que
evitó profundizar más en los problemas reales y en buscar salidas a los
mismos. La necesidad de mayores niveles de capital resultó evidente a partir de
2009
Además de las fusiones, se realizó desde el
Banco de España, de acuerdo con el Frob (órgano creado en 2009 para facilitar
la concentración o resolución de las entidades bancarias), un proceso de
bancarización, a través de la figura de los SIP (sistema institucional de
protección) y de las mayores exigencias de capital a las cajas de ahorros, todo lo cual condujo a la transformación en bancos de dichas entidades.
En el verano de
2012 se solicitó ayuda a la Unión Europea, a través del MEDE (Mecanismo Europeo
de Estabilidad), para capitalizar el
conjunto del sistema financiero español. Dicha ayuda, obtenida tras la firma de
un “Memorándum de Entendimiento” con las
autoridades europeas, consistió en la apertura de una línea de crédito de 100.000
millones de euros, de los que se emplearon unos 42.000.
La concesión de
la ayuda en cuestión estuvo acompañada
de un programa de asistencia financiera y
por una modificación importante en la normativa bancaria española. El
Memorándum no se aprobó ni pasó por las Cortes españolas, mientras que si lo
hizo por los parlamentos de los países de la Eurozona.
Se forzó por las autoridades europeas la
creación de un “banco malo”, Sareb, que adquirió activos inmobiliarios deteriorados, por un importe superior a los
50.000 millones de euros, a los bancos
que habían recibido algún tipo de ayuda pública para subsistir. El Frob
suscribió el 45% de los recursos propios de Sareb, y el resto del capital se
distribuyó entre otras entidades
bancarias y no bancarias, correspondiendo la mayor participación, tras el Frob,
al Banco de Santander. La creación y la
actuación inicial de Sareb se efectuaron
al final de 2012 y primeros meses de 2013.Sareb está desempeñando un papel
importante en la reactivación del mercado de vivienda, aunque no está lejos de
la necesidad de ampliar sus recursos
propios.
Como
consecuencia del proceso de saneamiento y de las inyecciones de capital público el
gobierno español llegó a controlar una parte significativa del sistema
bancario, en torno al 18% del conjunto de la cartera bancaria de préstamos.
Diez instituciones habían sido “resueltas” y el número de cajas de ahorros se
redujo a ocho, cuando eran 45 al inicio de la crisis.
Tras
la intensa consolidación de las cajas de ahorros, al inicio de 2017 quedaban en España 14 instituciones
significativas, dentro de un total de 123 entidades de depósito, que incluye bancos y cajas rurales. Dentro de
dicho total se incluían dos grupos bancarios de carácter internacional,
Santander y BBVA; tres grupos de ámbito
nacional de tamaño intermedio (Sabadell, Popular y Bankinter); siete grupos
resultantes de la consolidación de cajas de ahorros (Caixabank,
Bankia-controlada por el Frob-, Unicaja, Ibercaja, Kutxabank, Liberbank y Banco
Mare Nostrum (BMN) –también controlado por el Frob-; Abanca, resultante de la
compra de la entidad derivada de la
fusión de las dos cajas gallegas por parte de un grupo bancario
venezolano, Banesco, y Cajamar, un grupo
cooperativo.
En junio de
2017 el Banco Popular ha sido adquirido a un precio simbólico por el Banco de Santander, tras el acuerdo de
la Junta Única de Resolución de la Union Bancaria. El Santander deberá hacer
una ampliación de capital de 7.000 millones de euros para satisfacer los
requisitos de solvencia derivados de la absorción del Popular. También está
prevista (se ha aprobado en junio de 2017 la fusión por parte de los
respectivos consejos de administración) la absorción de la entidad BMN por
parte de Bankia a fines del año 2017. Las antes citadas 14 instituciones
significativas quedarán así reducidas a doce a fines de 2017.
Como puede
observarse, la principal consecuencia del proceso citado ha sido la intensa
reducción del número de bancos. Una vez absorbido el Popular por el Santander,
cinco grupos bancarios concentran en España cerca del 80% de los activos (Santander, BBVA, CaixaBank, Bankia y
Sabadell). Destaca la cuota del 27%
correspondiente al Santander. Está por ver si dicha concentración puede afectar al grado de competencia interna
existente dentro del sistema bancario español.
Además de la
reducción citada del número de bancos, ha sido significativa la disminución del
número de oficinas y de las plantillas bancarias, descenso situado en torno al 30%,
y que ha dado lugar a que zonas importantes del territorio español se hayan
quedado sin ninguna sucursal bancaria en su entorno. El adelgazamiento se ha advertido asimismo en la evolución del
crédito bancario. En 2007 el crédito al
sector privado suponía el 162,9% del PIB, relación que en 2017 puede situarse
por debajo del 108%. El crédito
hipotecario ascendía en 2007 al 94,3% del PIB, participación que en la primera mitad
de 2017 ha retrocedido hasta el 54,5%.
El saldo vivo
del crédito al sector privado ha
descendido en cada uno de los años del periodo comprendido entre 2008 y 2017. El
retroceso del saldo vivo de crédito ha sido compatible con la reactivación de las
nuevas concesiones de crédito. Ello implica que las nuevas formalizaciones de
crédito han sido inferiores a las amortizaciones realizadas de la cartera de préstamos.
Según ha
informado el Banco de España, el coste
del ajuste bancario, hasta diciembre de 2015, ha sido de 60.612 millones de
euros, correspondiendo 39.542 millones al Frob y 21.071 millones al Fondo de Garantía
de Depósitos. Dicho concepto de coste no incorpora las perdidas soportadas por los
antiguos accionistas, ni por los tenedores de preferentes y deuda subordinada.
Tales pérdidas fueron consecuencia del acuerdo de asistencia financiera firmado
por el gobierno español con el MEDE.
En noviembre de 2012, gobierno, comisión y entidades de crédito
pactaron el ajuste a aplicar a los tenedores de deuda subordinada. Las perdidas asignadas a las participaciones
preferentes y a las obligaciones subordinadas
redujeron el coste del ajuste para el contribuyente. Esta actuación
afectó a los inversores minoristas y provocó un amplio malestar social, puesto
que dichos valores se habían vendido con engaño como sustitutos de depósitos a plazo. Se ha
estimado que los poseedores de preferentes y otros títulos equivalentes
capitalizaron la banca por una cuantía aproximada de 15.000 millones de euros.
Desde noviembre
de 2014 se ha puesto en marcha la Unión Bancaria Europea. Ello ha supuesto el traspaso de una parte
sustancial de las competencias del Banco de España al Banco Central Europeo,
dentro del cual existen los mecanismos únicos de Supervisión, Regulación
y Resolución.
El negocio
bancario se ha desarrollado en los últimos años en un contexto sumamente endurecido,
destacando la competencia de otras entidades no bancarias en todos los
segmentos de dicho negocio. Además, el
contexto de bajos tipos de interés ha reducido el margen de intereses, que es
el principal componente de la cuenta de
resultados. Existen, por otra parte, segmentos de actividad que requieren la
presencia de un banco o agencia pública
que favorezca el desarrollo de dichos segmentos de actividad (Pymes, viviendas
sociales de alquiler).
Se ha apreciado
una evidente disparidad entre la resolución del Banco Popular y su adquisición
por el Santander y la práctica seguida en el caso de los bancos italianos Veneto Banca y Banca Populare de
Vicenza. La resolución del Popular y su venta se decidieron a nivel europeo.
Sin embargo, en el caso italiano no se aplicaron las mismas reglas. El gobierno
italiano inyectará unos 17.000 millones de euros para impedir que los bonistas
senior, una especie de preferentistas, lo pierdan todo, además de ceder al
mayor banco italiano, Intesa San Paolo, solo los activos “buenos” de ambos
bancos.
En este caso no
ha habido una aplicación efectiva del mecanismo único de resolución del BCE. A
dicho mecanismo le esperan retos mayores. Intesa San Paolo tiene una dimensión
inferior al Santander. A falta de bancos
potentes que asuman los riesgos, se podría decir que no existe todavía un
mecanismo único de resolución consolidado en la Unión Bancaria.
La transición
posterior a la crisis no ha terminado en el sistema bancario español. Desde el
gobierno debe de impedirse una concentración bancaria superior a la existente,
en especial en los cinco grupos
bancarios de mayor dimensión. También resulta conveniente la presencia de un segmento público del
sistema bancario para apoyar actuaciones
precisas para la economía española. Debe de impedirse la desaparición de las Cajas
Rurales. En las reclamaciones de los clientes bancarios, las resoluciones del
Banco de España deben de tener carácter obligatorio para los bancos. La política,
desde el gobierno y el Congreso de los Diputados, tiene que mejorar numerosos
aspectos del sistema bancario, necesitados de una mayor transparencia e información en general, como se ha puesto de manifiesto en
la crisis del Banco Popular.
Una versión de este artículo se publicó
en la revista mensual “Temas para el debate”, número 273-274, agosto-septiembre
de 2017
1 comentario:
Buen post me gustaría prepararme en el mundo financiero y vi estos ciclos formativos a distancia, que me llamaron la atención y así poder estudiar desde casa, pero me gustaría conocer las opiniones de gente que la haya o la esté estudiando.
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