SOBRE LA SECESION DE CATALUÑA
Julio Rodriguez López 28.10.2012
A la compleja situación económica y política
de España se le ha unido la cuestión de
la intención del gobierno autónomo catalán de avanzar hacia la independencia de
Cataluña. El tiempo de las ambigüedades ya pasó. La fruta está madura y el
esfuerzo apenas soterrado y constante de los nacionalistas, durante 30 años de
autonomía, de preparación de la opinión pública de Cataluña, ha dado sus
frutos. La crisis del euro actúa como un
factor de aceleración de un movimiento según el cual las regiones “ricas” no
quieren pagar más a las regiones “pobres” (H. Vauplane, L’índependance de la Catalogne et l’euro”, Alternatives
Economiques, 14.10.2012).
Y es que, además, Cataluña
tiene un peso destacado en España. Es la sexta autonomía por superficie
(32.627 km2), la segunda en población (7,3 millones de habitantes en 2011, 15,8%
de España), solo detrás de Andalucía, y la primera en cuanto a
valor del Producto Interior Bruto (PIB) en 2011 (200.323 millones de euros, el
18,7% del total), seguida por Madrid (189.432 millones de euros) y en cuanto a volumen de empleo (3,3 millones, 17,7%del
total). En dicha economía destaca el mayor peso de la industria
(excluida construcción) en el valor de su actividad productiva, el 19,6%
del total en 2011 frente al 15,5% de
España.
Los servicios de
mercado (comercio, transportes y comunicaciones, básicamente) pesan mas en
Cataluña que en la media. Por el contrario,
los sectores productivos menos sometidos a la competencia, construcción y servicios no de mercado,
sobre todo Administraciones Públicas, pesan menos. Esta autonomía está
más poblada que el resto de España y obtiene productos con mayor valor añadido,
procedentes sobre todo de la industria y de los servicios de mercado.
Esta última mantuvo bastante tiempo un fuerte superávit comercial con el resto de España. La industria catalana dispuso de unos mercados cautivos a través del arancel. La fuerte protección aduanera transfería el pequeño ahorro del resto de España a Cataluña, que así pudo alcanzar el 18% del PIB de España (A. Calleja, Cinco Días, 19.10.12).
No es cierto que los catalanes paguen más impuestos que el resto de España. Tampoco es verdad que la fuerte reducción de las prestaciones sociales, que ha impuesto el gobierno de CiU en Cataluña, sea consecuencia de cualquier tipo de discriminación o de desventaja que el estado autonómico español actual haya generado en torno a dicha autonomía.
El saldo de las balanzas fiscales mide las relaciones
fiscales netas existentes entre la administración regional y el nivel superior
de gobierno en un periodo de tiempo. Es sintomático el que Cataluña tenga
déficit fiscal según un criterio (el de los organismos y entidades
próximos a la Generalitat), mientras que en algunas estimaciones Cataluña
aparece como no deficitaria frente al Estado (Dolores Dizy, Revista de
Libros, 2005). Sorprende que tanto economista catalán acepte unos resultados
emanados del poder político catalán sin rechistar, como si se tratase de unas
magnitudes emanadas de un sistema contable normalizado, caso de la balanza de pagos
o de las cuentas nacionales.
El supuesto amplio déficit de
la balanza fiscal de Cataluña es el argumento económico empleado
con mayor intensidad en la justificación de la independencia catalana. “Pero
esa no es la cuestión. Lo que justifica
la política del actual gobierno de Cataluña es la creencia de que la mayoría de
la población de Cataluña no quiere, por varias razones, seguir el mismo
camino que el resto de España. El asunto fiscal es un pretexto que por sí solo
no parece justificar el anhelo de un
estado propio” (Alfredo Pastor, ¿Qué nos ha pasado?, La Vanguardia, 19.10.2012).
La independencia aparece
en el discurso oficialista como una vía de salida a la difícil situación
económica, como si Cataluña sufriese más
la crisis por permanecer integrada en
España. No basta que, como dijo Pascual Maragall, tras la última reforma
estatutaria, "la presencia del estado en Cataluña resulta ya residual”. Se
trata ahora de romper del todo los vínculos con el resto de España.
La secesión de Cataluña respecto de España es algo que puede afectar negativamente a numerosas personas y hogares y que perturbará la cohesión social. Desde Cataluña se subraya la existencia de los estados europeos de reducida dimensión que se han creado en los últimos años (las republicas antes integradas en Yugoslavia, Eslovaquia respecto de Chequia, Kosovo respecto de Serbia). De lo que no se habla allí es de los sufrimientos y las rupturas de todo tipo que la creación de tales republicas ha ocasionado con frecuencia. “Entiéndase bien: uno puede irse a vivir donde le plazca: lo que no puede es decidir que el vecino se vaya o poner un muro para ignorarle”. Reyes Mate, “La cuestión catalana en tiempos posnacionales”, El País, 26.10.2012)