23 septiembre 2011

Llegó septiembre, los problemas persisten

Julio Rodriguez López
Agosto de 2011 fue un mes atípico, tanto por las novedades políticas acaecidas como por las abundantes  situaciones problemáticas que se presentaron. La llegada de septiembre no ha contribuido a calmar los ánimos, sino que  ha acentuado la sensación de crisis. Cualquier imprevisto podría acelerar algunas quiebras en los estados miembros de la eurozona. Si ello se produce, “no habrá tiempo para que la diplomacia actúe” (W. Munchau, “Stop rejoicing. This was no victory for the eurozone”, FT, 12.9.2011).
 Una vez superado en España, con evidente coste político, el trámite relativo a la aprobación parlamentaria de la reforma constitucional,  que consagra el principio de  la estabilidad presupuestaria, la comprobación de que el ritmo de crecimiento se ha frenado de forma significativa en los países desarrollados ha arrojado todo tipo de incertidumbres sobre la escena económica nacional y  mundial.
 A lo anterior se ha unido la dimisión del principal economista del Banco Central Europeo (BCE), el alemán Stark. Dicha dimisión ha sacado a la luz la realidad de la fuerte contestación que encuentra dicha entidad en el soporte que realiza de  la deuda soberana de algunos países miembros de la eurozona, especialmente de  los bonos públicos  de Italia y  de España.  Si el BCE es el principal soporte de la eurozona y se pone en cuestión  su línea de actuación,  por el supuesto carácter heterodoxo de dicha política, el futuro se presenta incierto  para el euro y para dicha área económica.
 La crisis del verano de 2007 ha dado paso a la “recaida”de 2011, en la que destaca la cuestión del fuerte endeudamiento, tanto de los gobiernos como de empresas y hogares. Para desapalancar o reducir los altos niveles de deuda pública, la solución radica sobre todo en reducir el nivel de gasto, pues los aumentos de impuestos resultan mas que problemáticos en momentos de débil crecimiento. “Sin crédito y empleos, han aparecido otras líneas críticas, como es el caso del estancamiento de los salarios reales y desigualdades  extremas. Se trata por completo de una crisis de demanda” (G. Magnus, “Financial busts has bequeathed a crisis of capitalism”, FT, 13.9.2011).
 Se oyen  con frecuencia feroces críticas al tratamiento de la crisis en Grecia. Sin embargo, lo que sorprende  es como dicho país no  acaba por explotar de una vez. Someter a una nación a unos pagos de deuda abrumadores solo resulta soportable si consigue crecer a costa de reforzar las exportaciones.  Algo así fue lo que opinó Keynes respecto de las obligaciones impuestas a Alemania tras la primera guerra mundial, opiniones recogidas en el libro  “Las consecuencias económicas de la paz”, en el que se anticipaban  unos violentos y proféticos cambios políticos en dicho país si se mantenían tales pagos en concepto de reparaciones de guerra.
 Los pagos de deuda deprimen la demanda interna de Grecia, con lo que no  hay ingresos públicos suficientes y el déficit  público de dicho país aumenta. Si todos los países desarrollados se limitan a desapalancar, a nivel de estado, empresas y  hogares, entonces la crisis de demanda está asegurada. Las consecuencias serán un estancamiento de la actividad productiva, del empleo y de las rentas, lo que puede provocar cambios políticos en algunos casos poco deseables.
 Los gobiernos se deben  comprometer  a una mayor dinamización del crecimiento económico, coherente con el rigor presupuestario. La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde,  ha subrayado la necesidad  de que los gobiernos emprendan cuanto antes  drásticas acciones colectivas. Un empacho de confianza, como el que anticipa Mariano Rajoy que llegaría a España  con la victoria electoral del Partido Popular, no conduce necesariamente a cambiar este estado de cosas.
En el caso español, las agencias de rating han puesto de manifiesto en la segunda semana de septiembre la dificultad que  supone el que no se haya avanzado en el primer semestre de 2011 en el control presupuestario de las comunidades autónomas. Dichas administraciones han reconocido para dicho periodo un déficit  global equivalente al inicialmente previsto para todo el ejercicio de 2011 (1,3% del PIB). Ello  dificulta la consecución de los objetivos establecidos para el conjunto de España en este ejercicio.
 En un contexto general tan complicado como el que supone el panorama de la eurozona  ante la casi  inminente quiebra de Grecia, destacan las dificultades que presenta la economía española. Al serio problema que en este caso  implica la débil base productiva, visible sobre todo tras  el enorme “agujero” que ha dejado la caída de la construcción de nuevas viviendas, se une, asimismo, el  problema  político que plantea la  complicada España de las autonomías. Tal complicación dificulta la salida de una crisis que  tiene poco que ver con las precedentes y que se superará  si los políticos estan “a la altura de las circunstancias”, que diría  Antonio Machado. 
(El Siglo, 21.9.2011)