Introducción
El final del largo ciclo económico comprendido entre 1997
y 2013 ha tenido lugar en el marco de
una situación muy negativa de la
economía española. La recesión posterior a 2007 destruyo abundantes empleos, redujo
el nivel del PÌB por habitante y actuó a
la baja sobre las prestaciones sociales.
La incidencia de la recesión ha sido mayor por apoyarse el intenso crecimiento
de la fase comprendida entre 1997 y 2007 en la demanda interna y, sobre todo, en la construcción. Una vez que se ha iniciado
una fase de débil crecimiento de la
actividad y del empleo en 2014, se trata
no solo de reforzar dicha recuperación, sino de conseguir que la composición de
la demanda y de la oferta productiva
permitan competir mejor a la economía española y a no recaer en situaciones de elevado
déficit exterior.
1. Un ciclo tan abrupto. Las consecuencias
de los excesos de un modelo productivo
La economía
española experimentó un ciclo de
prolongada duración entre 1997 y 2013. La etapa de expansión del ciclo citado se extendió entre 1997 y 2007, mientras que la de recesión tuvo
lugar entre 2007 y 2013. En la fase de expansión, que duró algo más de diez
años, el PIB de la economía española a precios constantes aumentó a un ritmo
medio anual del 3,8% y el empleo lo hizo a un ritmo próximo, el 3,5%.
Esta evolución
implica que el aumento medio anual de la productividad resultó reducido en
dicha etapa cíclica de expansión. El ritmo medio anual de creación de empleos
fue de 561.600 puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo (datos de la
Contabilidad Nacional Trimestral). En la siguiente etapa de recesión 2007-2013
el vuelco de la economía resultó espectacular. Mientras que el PIB descendió a un
ritmo medio del 1%, el empleo retrocedió a un ritmo del 3,2%.
En esta segunda fase del ciclo la caída absoluta media
del empleo ha sido más acusada que el
aumento medio correspondiente a los años de auge. Así, el número de puestos de trabajo disminuyó a
una media anual de 571.500, según la misma fuente estadística antes citada. El
aumento de desempleo ha sido espectacular, llegando a superar el 26% de los
activos en el punto más elevado de la crisis.
El aumento del
paro ha resultado ser especialmente acusado entre los jóvenes y se ha derivado sobre todo
de la caída del empleo. Llama la atención que un retroceso tan destacado del
empleo después de 2007 haya sido
simultaneo con un descenso moderado del PIB. Esta evolución arroja sombras sobre la fiabilidad de las tasa
de variación de dicha magnitud, que debe de soportar todas las tensiones
políticas imaginables.
Desde la segunda mitad de 2013 la actividad productiva
primero y el empleo después han dado signos de recuperación en España, lo que indica que en dicho año se registró
el punto más bajo de la recesión iniciada a fines de 2007. El fin del
ciclo citado y, sobre todo, el final de la fase de recesión no significa que la
crisis económica y sus negativas consecuencias hayan sido superadas en 2014.
Tampoco se han despejado los interrogantes que pesan sobre la recuperación
mencionada, a la vista de que en el conjunto de la Eurozona parece haberse
producido un “parón” de la reactivación en el segundo trimestre de 2014.
Los datos disponibles
ponen de manifiesto el significativo
aumento de participación en el PIB de la economía española durante la etapa de
expansión del conjunto del sector de la construcción (21,9% del PIB en 2007),
en el que desempeñó un papel decisivo la
fuerte presencia alcanzada por la construcción residencial (11,2% del PIB).
Para que la construcción residencial llegase a alcanzar
un nivel como el citado, muy por encima del correspondiente al del conjunto de
la Eurozona, fue preciso que se iniciase un nivel extremadamente elevado de
nuevas viviendas (865.000 en 2006 fue el máximo anual alcanzado por dicha
variable). Para que tal evolución resultase posible el crédito inmobiliario
(promotor, constructor y adquirente) del conjunto de entidades de crédito
(bancos, cajas de ahorros y cooperativas de crédito) creció de forma que el
peso en el PIB del saldo vivo de dicha variable pasó desde el 28,4% del PIB a
fines de 1997 hasta el 102,9% del PIB en 2007.
Entre 1997 y 2007
el crédito bancario al sector privado
aumentó muy por encima de los depósitos, que a fines de 2007 solo
suponían el 57,4% del saldo de crédito (112,1% en 1997). La financiación del
crédito inmobiliario pasó a realizarse en la fase de expansión mediante
emisiones de todo tipo de títulos en los mercados mayoristas, destacando sobre
todo la colocación de cédulas hipotecarias, en una proporción significativa
entre bancos extranjeros, en especial alemanes.
Dentro del crédito
inmobiliario el mayor crecimiento correspondió al crédito a promotor. Este tipo
de crédito presenta riesgos
significativos, pues la recuperación de lo prestado por los bancos se consigue si
el promotor prestatario vende las viviendas construidas. En la etapa de auge el
crédito a promotor se “banalizó”, pues llegó a prestarse con frecuencia por encima del 100% del valor previsto de las
viviendas financiadas. Ello implicaba que el riesgo de la operación
inmobiliaria descansaba sobre la entidad de crédito que financiaba tal
operación.
Resultó sobre
todo llamativo el fuerte aumento del
crédito destinado a la compra de suelo, figura que está prohibida en algunos
países y que con frecuencia sirvió para adquirir terrenos que ni siquiera estaban calificados como de urbanizables
residenciales. El peso del crédito inmobiliario en las carteras de crédito al
sector privado de bancos y cajas pasó desde algo menos del 40% en1997 hasta más
del 60% de dicha cartera en 2007, resultando significativamente mayor dicha
participación en las cajas de ahorros.
En 2007 el déficit exterior de la economía española alcanzó el 10,1% del PIB, uno de los más
elevados del mundo en términos relativos. Esta evolución implicaba que la etapa
de expansión había provocado un fuerte aumento del endeudamiento exterior de
España. La deuda pública presentó en este ejercicio un nivel inferior al de la
media de la Eurozona, el 36,2% del PIB.
El modelo productivo español a la llegada de la crisis en
2007 se caracterizaba, pues, por un más que elevado peso del sector de la construcción
en la economía, por un apoyo intenso en la demanda interna como motor del
crecimiento y por la realidad de un elevado parque de viviendas, en el que más del 30% de las viviendas existentes
tienen carácter de no principales (secundarias y vacías). El periodo de expansión 1997-2007 fue testigo
del descenso de presencia de la industria en el PIB, descenso que fue de casi siete puntos porcentuales, puesto que
dicho sector productivo pasó de suponer
el 22,2% del valor añadido total de la
economía al 15,6% en 2007.
La recesión
derivada de la crisis financiera y de la deuda posterior a 2007 tuvo como consecuencias más negativas la
pérdida de 3,7 millones de empleos entre el primer trimestre de 2008 y el mismo
periodo de 2014. La tasa de empleo sobre
el conjunto de la población de 16 y más años retrocedió hasta el 42,5% en 2013 (53,5% en
2007), siete puntos por debajo de la tasa correspondiente al conjunto de la
Eurozona.
En el segundo trimestre de 2014 el nivel del PIB de la
economía español a precios constantes aún era inferior en un 5,4% al nivel
máximo alcanzado en el primer trimestre de 2008. Asimismo, dicho nivel de 2014
estaba situado en un 17,2% por debajo del que hubiese alcanzado de haber
seguido creciendo el PIB a un ritmo anual del 2% después de 2007.
En 2013 la
debilidad de la demanda interna había permitido el retorno a una situación de
superávit corriente frente al resto del mundo
(0,8% del PIB). El descenso del PIB en la
recesión fue más moderado por el fuerte aumento registrado por las
exportaciones en los últimos años y por la
debilidad de las importaciones.
El peso de la
industria en el PIB se había recuperado muy ligeramente en 2013 respecto de 2007,
alcanzando el 15,9%, lejos del 22,2% de 1997 y por debajo del 19,3% del
conjunto de la Eurozona en el mismo ejercicio anual. El peso de la construcción
en el PIB por el lado de la demanda había retrocedido después de 2007 hasta el 10,1% en 2013, resultando más acusado
el descenso de la construcción residencial. En 2013 solo se iniciaron 34.300
viviendas, el nivel histórico anual más
reducido de la serie estadística correspondiente.
Según el
Ministerio de Fomento a fines de 2013 todavía quedaban unas 564.000 viviendas
de nueva construcción no vendidas, concentradas en su mayor parte en el arco
mediterráneo y en las proximidades de Madrid. El peso del crédito inmobiliario
en el PIB había descendido en 2013 de
forma espectacular respecto de 2007.
Detrás de dicha evolución se esconde el profundo ajuste registrado en el
sistema crediticio español después de 2008, en el que han desaparecido las
cajas de ahorros como entidades de crédito y se ha reducido el número de
bancos, destacando la concentración creciente
de los activos bancarios en manos de los tres bancos más importantes
(Santander, BBVA y CaixaBank).
La presencia de un superávit exterior de la economía
española en 2013 y la clara aportación
positiva al crecimiento por las exportaciones en los últimos años pudo hacer
pensar que la crisis había provocado un cambio de modelo productivo. Pero la
aparición de un significativo déficit exterior en el primer semestre de 2014,
conforme se recupera la actividad y el empleo, implican que el mayor dinamismo
de la demanda interior conduce con rapidez a un aumento del déficit exterior,
lo que revela que persiste la débil competitividad de dicha economía.
2. El cambio deseable. Equilibrio en la
demanda y diversificación de la oferta
El nivel del PIB por habitante de la economía
española respecto de la media de la Eurozona, corregido de poder de compra, retrocedió desde el 96,2% alcanzado en 2007
hasta el 88% en 2013. La presencia de abundantes déficits de las
administraciones públicas en la fase de recesión ha dado lugar a que la deuda
pública haya superado el billón de euros en 2014 y se aproxime al 100% del PIB
en este ejercicio. El endeudamiento exterior sigue siendo muy elevado, lo que
exige mantener una senda de crecimiento significativo
coherente con un saldo exterior menos desequilibrado que en el pasado.
Importa, pues, no solo recuperar el crecimiento, sino
lograr una mayor competitividad de la economía española, de forma que el mayor crecimiento no conduzca
a unos déficits externos que hagan insoportable el nivel de la deuda externa y
que solo pueden reducirse afectando a la baja al ritmo de crecimiento de la actividad y a la creación de los necesarios nuevos empleos.
La reaparición del déficit
exterior al dinamizarse la demanda interna en España revela que se puede estar repitiendo
el insostenible modelo de concentración de la actividad en el turismo y en el ladrillo. Resulta evidente la fuerte correlación existente entre el aumento de las
importaciones y de la demanda interna. Las consecuencias de dicho modelo en lo
sucedido en la fase cíclica de recesión
han sido más que dolorosas: perdidas masivas de empleo, desaparición de miles
de empresas, reducción sustancial de las prestaciones sociales, retorno de la
emigración como vía única de salida para numerosos segmentos de la población.
El conjunto de la actividad turística
(hostelería, restauración, junto a la incidencia indirecta sobre transporte y
comercio) va a aportar un punto de crecimiento a la economía española en 2014.
Desde hace bastante tiempo se pretende corregir la fuerte estacionalidad del
turismo Sin embargo, el grueso de la
actividad turística se sigue concentrando en los meses veraniegos, semana santa
y fines de diciembre y año nuevo.
Los
medios de comunicación han contribuido asimismo a lo de que “todo vale” en
materia de potenciación turística. Cualquier lector de las páginas económicas
de los diarios españoles puede llegar a pensar que no hay más actividad productiva
que la turística (11% del PIB). Los municipios han mantenido abundante suelo
calificado como de urbanizable residencial desde la etapa de la burbuja, a la espera del
retorno de nuevas fases expansivas en el ladrillo residencial. Los importantes
ingresos que proporcionan a los ayuntamientos la promoción de nuevas viviendas
les lleva a espantar con frecuencia otras actividades productivas sostenibles que
podrían muy bien contribuir a diversificar el tejido productivo español.
En la Unión Europea
destaca España como país en el que el gobierno estatal no tiene competencias en
materia de destino del suelo, dependiendo dicho destino de decisiones de
ayuntamientos que apenas son objeto de corrección por parte de los gobiernos
autónomos. El planteamiento local en materia de licencias de obras es muy común
en España y resulta transversal a todas
las fuerzas políticas: la magnitud a maximizar en el planeamiento no es el interés general, sino el volumen de ingresos derivados del planeamiento. El
discurso económico presente a nivel local no pasa de aspirar a aumentar el
parque de viviendas y a multiplicar las
grandes superficies comerciales, proceso que suele ir acompañado de la
construcción de grandes aparcamientos.
El cambio de modelo
productivo resulta necesario para mejorar la competitividad de la economía
española y no recaer, pues, en déficits externos importantes en cuanto cobra fuerza la demanda interna de la
economía. También resulta de sentido común no concentrar en exceso la actividad
productiva en las ramas de actividad relativas a construcción y turismo para
evitar desplomes excesivos en la actividad productiva y en el empleo en cuanto se debilita el dinamismo de dichas
actividades.
Un cambio de modelo
productivo no es algo que se consigue a corto plazo. La política económica
general debe de favorecer la evolución
hacia el mismo, manteniendo firmes unas líneas de actuación coherentes con
dicho cambio. Se debe de lograr, en primer lugar, reestructurar la composición
de la demanda de forma que haya un
cierto equilibrio entre los componentes interno (consumo de hogares, gasto público, inversión) y
externo (exportaciones menos importaciones).
Así, un modelo apoyado
en exceso en el sector de la construcción, residencial y no residencial, “tira”
mucho de la demanda interna y provoca, por lo general, un fuerte aumento de las
importaciones. Se debe de tratar de reforzar, en dicho sentido, el peso
alcanzado por las exportaciones en el conjunto del PIB (34,1% en 2013). La competencia externa se deja sentir no solo
al exportar, sino también dentro de la propia demanda interna, que se debe de
procurar satisfacer más por medio de
producción interior.
Junto a una
composición más equilibrada de la demanda, se trata asimismo de favorecer una
mayor diversificación de la oferta. En la Unión Europea se aspira que el peso
de la industria en el PIB no baje del 20%. La economía española debe de aspirar
también a dicho objetivo. Si se analiza la composición del PIB español por Comunidades Autónomas, se
advierte que los menores niveles de PIB por habitante, junto a los mayores
niveles de desempleo, tienen lugar en
las autonomías en las que es menor el
peso de la industria en el PIB y resulta
mayor la presencia de la construcción y de los servicios no destinados a la
venta (administraciones públicas). Es el caso de Andalucía, Extremadura y
Castilla-La Mancha, mientras que los niveles más elevados de PIB por habitante
suelen ir asociados con una mayor presencia industrial (Cataluña y País Vasco).
El gobierno popular ha
diseñado una estrategia de fortalecimiento de la industria en España. No se
advierte en dicha estrategia ninguna alusión al desarrollo de un urbanismo
proactivo con dicha estrategia. Los gobiernos locales, aparte de impulsar la
construcción de nuevas viviendas proliferación de bares de copas en las plazas
más interesantes de cada localidad, parecen ajenos a tal conveniencia de
diversificar el tejido productivo español, y así resulta difícil avanzar.
Resulta frecuente
encontrar en la izquierda política española posiciones de claro apoyo a la
presencia de un estado bienestar (prestaciones sociales) de amplia
cobertura. Tal aspiración resulta normal,
pero debe de ir acompañada de una mayor exigencia en lo que se refiere a
la composición de la actividad productiva y también respecto de la capacidad de
competir de dicha oferta productiva. Unos precios de la energía más equilibrados
y una fiscalidad más suficiente son piezas
imprescindibles de lo que debe de ser un nuevo modelo productivo
El logro de una mayor
igualdad en la distribución de la renta debe de ir acompañado de una estrategia de política encaminada a
fortalecer la base productiva de la economía.
También es importante una mayor presencia general de actividades productivas
en las que se genere un mayor valor añadido por unidad de producto. El reto de
la diversificación tiene que sobre todo asumirse en las administraciones
públicas territoriales, autonomías y ayuntamientos, debiendo las primeras
asumir una papel coordinador más activo que el desarrollado hasta ahora, en
general. El cambio hacia un modelo
productivo más competitivo es una tarea que corresponde a las administraciones
públicas y al conjunto de la sociedad española.
Una versión de este articulo se publicó en la revista digital "Argumentos socialistas", nº 8, octubre de 2014