28 noviembre 2011

Una pesada resaca postelectoral

Julio Rodríguez López
   Los resultados de las elecciones generales celebradas en España el 20 de noviembre no han contribuido a aclarar, en un primer momento, la difícil situación de la economía española. El partido ganador ha conseguido un moderado aumento del voto popular respecto de 2008, el 4,7%, correspondiente a unos 570.000 votos.  La victoria del Partido Popular y el ascenso de Mariano Rajoy a la presidencia del gobierno se deben sobre todo al abrupto retroceso de los votos obtenidos por el  PSOE. Este ha sufrido un descenso del 15% en el número de votos, correspondiente  a unos 4,3 millones de votos.
  Un aumento modesto del voto propio y un hundimiento del contrario implican que la opinión pública puede mantener, en principio,  un perfil más crítico hacia la  gestión de los ganadores que en el caso de haberse registrado un más amplio deslizamiento de votos en favor del Partido Popular. El voto socialista viene retrocediendo desde las elecciones autonómicas de Cataluña del otoño de 2010. En las últimas elecciones,  dicho voto,  próximo a los siete millones,  apenas mejora el correspondiente a  las elecciones municipales de mayo de 2011. Nada garantiza que se detenga la tendencia a la baja de dicho voto, cambio que exige casi una refundación del PSOE y una puesta al dia del proyecto, que ha perdido ideas y frescura intelectual desde 2004.  
 Por otra parte, desde el verano de 2011 la situación de la Eurozona se ha complicado de forma sustancial. La especulación de los mercados  contra la deuda pública se extendió  a la deuda de Italia y España. Dicha situación, unida a la evidencia de que el gobierno italiano apenas había puesto en marcha las reformas necesarias para hacer frente a la situación, provocó  la creación en Italia de un gobierno tecnocrático apoyado por la mayor parte del  espectro político de dicho país, cuya duración no debe de pasar de 2013.
  En Grecia también ha cambiado el gobierno hacia una fórmula similar a la italiana. Además, desde 2010 han cambiado, tras las derrotas electorales de los partidos en el poder,  los gobiernos de  Irlanda y de Portugal, a los que ahora  se  ha unido España. Los resultados de las cumbres del Consejo Europeo no han podido ser más insatisfactorios. “La velocidad de la crisis ha excedido a la de la respuesta política. El punto de inflexión corresponde a la reunión del Consejo Europeo en diciembre, que necesitará decidir algo más sustancial que en las crisis precedentes” (W. Munchau, “Austerity  alone can’t stop the  root and save the euro”, FT, 21.11.2011). La “quita” del 50% de la deuda griega decidida en octubre afectó de forma muy negativa a  los mercados de deuda. El Fondo de Estabilización previsto parece  insuficiente para   la eventualidad de extender las ayudas a Italia y España.
  El gobierno alemán insiste en que la crisis de la deuda pública  de la Eurozona es un problema de ajuste presupuestario de los países más afectados, una cuestión de escasa voluntad política de los gobiernos para hacer las reformas imprescindibles. Pero  dichos programas de ajuste presupuestario,  establecidos de forma más o menos simultánea en un conjunto significativo de países,  pueden conducir  al estancamiento de la economía,   haciendo  imposible  la reducción de los niveles de déficit y de deuda.
  La  situación de deuda de España  y de su posición de déficit no es peor  que la del Reino Unido. Este último está pagando solo un 2,2% de tipo de interés por la deuda a diez años,  frente al casi 7% de España. Dicha realidad  puede implicar  que la ausencia en la Eurozona  de un banco central que actúe de prestamista en última instancia condena a la postración económica  a una parte sustancial de dicha área económica. Conseguir un compromiso del Banco Central Europeo resulta más trascendente que estabilizar los mercados de deuda de forma prolongada. El riesgo de iliquidez puede conducir al fallido de algunos  países  miembros y  a la  posible salida del euro.  El anuncio de la actuación compradora del BCE, aunque se condicione a la implantación de políticas de ajuste relevantes,  puede hacer  innecesario realizar fuertes  compras de deuda por dicha entidad.  
  La celebración de las elecciones generales en España en el contexto citado de crisis de la deuda soberana  de la Eurozona no podía favorecer  al gobierno en el poder. Sin embargo,  son abundantes  las razones que han conducido al pésimo resultado electoral de los socialistas españoles en  2011. Para hacer frente al futuro, para frenar la citada hemorragia de votos, para contribuir al mejor gobierno de España, el PSOE debe de embarcarse en algo más que en un simple cambio de líder. El nuevo liderazgo deberá de llevar consigo un programa  político sustancialmente actualizado.  Se trata, sobre todo, de que los socialistas establezcan canales más fluidos de comunicación con la sociedad, de que el proyecto socialdemócrata permanezca incorporado a un  amplio movimiento político y no se convierta en  un simple referente  vacío de contenido.