Las Perspectivas Económicas del Fondo
Monetario Internacional (FMI) de enero de 2016 rebajaron al 2,1% las
previsiones de crecimiento para este
año de las economías avanzadas (1,7%
para la Eurozona y 2,7% para España). En las recientes estimaciones de Eurostat
para el cuarto trimestre de 2015 ha
destacado el modesto crecimiento
real de la Eurozona (0,3%), evolución que confirmó la mediocre expansión de dicha área económica en
2015, el 1,5% (2,4% en Estados Unidos). En enero y primera quincena de febrero de 2016 se
ha acentuado la volatilidad de los mercados. En este periodo han destacado los fuertes descensos y oscilaciones de los
precios de las acciones y la reaparición de la desconfianza respecto de la
situación real de los bancos en Europa.
Los factores más influyentes de la nueva
situación son, entre otros, el aterrizaje forzoso de la economía de China, el
agotamiento del crecimiento de Estados Unidos, que solo creció un 0,2% en el
último trimestre de 2015, la presencia de signos de debilidad en la demanda
mundial, visible sobre todo en las intensas
caídas del precio del crudo de petróleo
y otras materias primas (Nouriel Roubini, “The global economy new abnormal”, febrero
2016 , www.socialeurope.eu).
Según el mismo autor, la
situación actual se caracteriza
por la presencia de numerosos elementos que hasta hace muy poco se
considerarían como anormales, entre los que destaca sobre todo el carácter poco convencional de la política
monetaria. Las actuaciones de”alivio cuantitativo” (QE) (aportaciones masivas
de liquidez a los mercados por parte de los bancos centrales, que se traducen
en una abundante tesorería en manos de
los bancos comerciales) se han hecho continuas y los tipos de interés han alcanzado
en algunos casos niveles negativos. En medio del desconcierto bancario que
provoca dicha situación, tanto el Banco Central Europeo (BCE) como el Banco de
Japón han anunciado nuevas actuaciones, que
intensificarían el ritmo de aplicación de esa política.
Las
bolsas de valores han registrado durante cierto tiempo auténticas burbujas alcistas
en los precios de algunos activos. Ello
ha sucedido al margen de la mediocre
evolución de la economía real. Dicha evolución contradictoria revelaría que
esta última, tanto en los países avanzados como en los emergentes, atraviesa por una situación enfermiza, que no
puede prolongarse demasiado tiempo.
Los
mercados de valores suelen anticipar más recesiones de las que después tienen
lugar en la realidad, pero tales señales se han hecho constantes y
persistentes, por lo que debe de
prestarse más atención a lo que subyace detrás de tales avisos. El comportamiento
de la economía china la ha llevado a apoyar el crecimiento en el sistema
financiero, como si fuese el Reino Unido.
Además, China
ha construido infraestructuras con un ritmo de consumo de cemento y
hormigón que en solo dos años equivale al de Estados Unidos en todo el siglo
XX. A eso se une la caída de su divisa, que hubiese descendido aún más de no
haber vaciado el stock de reservas. China
va a dejar, pues, de aportar empuje a la economía mundial y su
deuda se ha multiplicado (L. Summers, “Heed the fear of the financial markets”,
FT, 10.2.2016).
De reducirse el empuje de la economía china, quedan escasos instrumentos
a los responsables de la política económica de Estados Unidos y de Europa para
dinamizar el crecimiento global. Las expectativas de los mercados sobre la
inflación futura descartan el cumplimiento de los objetivos del BCE (alcanzar una
tasa de inflación del 2%) para la Eurozona. Además, los mercados temen a
los tipos de interés negativos y a sus consecuencias.
Dichos tipos negativos reducen el negocio bancario y ponen en cuestión
la situación de numerosos bancos europeos (véase Deustche Bank). Ha trascendido
que son muy numerosos los bancos que va a tener problemas para recuperar los importantes
créditos concedidos a empresas productoras de energía. Los menores beneficios asustan
a los inversores en acciones bancarias y perturban la situación de los
ahorradores modestos, que dudan sobre donde colocar sus recursos. Se confirma la
debilidad de la Unión Bancaria construida en estos años, donde se echa en falta
un fondo de garantía de depósitos único y una mayor disponibilidad de recursos
para resolver las crisis bancarias potenciales (W. Munchau, “The toxic twins of
European finance return, FT, 14.2.2016).
Una
variante de la política seguida consistiría en que la liquidez aportada vía
alivio cuantitativo se destinase a financiar directamente gasto público, inversión
en infraestructuras sobre todo, dejando
el control de la cantidad emitida a los
bancos centrales, convirtiendo así en permanente a dicho instrumento. El riesgo
global para la economía en Estados Unidos, Europa y países emergentes es equivalente al de otras
situaciones precedentes. ”Los responsables de la política económica deberían de
esperar lo mejor y prepararse para lo peor” (L. Summers, op.cit.).
El difícil contexto descrito para la
economía mundial, lleno de negros nubarrones, no ayudará al crecimiento de la economía española. Ello debería
impulsar a que en España, donde algunos indicadores más recientes parecen registrar
comportamientos menos dinámicos que en el resto de 2015, se
formase gobierno con celeridad y que el mismo llegase con ideas claras sobre los abundantes problemas
a atacar y sobre el camino a seguir.
Una versión de este artículo
se publicó en la revista semanal El Siglo de Europa, de 22 de febrero de 2015