EL DESCENSO DEL IPC ALERTÓ SOBRE LA DEFLACIÓN
Julio
Rodríguez López
Una
deflación implica, por lo general,
descensos de precios y del gasto agregado
que afectan negativamente a la
actividad y al empleo. La crisis subsiguiente
genera efectos negativos adicionales sobre la riqueza y aumenta la
incertidumbre. Un descenso significativo de los precios provoca aumentos de los
tipos de interés reales, incluso manteniéndose reducidos los tipos de interés
nominales, lo que deprime mas la demanda y la actividad. En una situación de
elevado endeudamiento público, el mejor instrumento para luchar contra la
deflación es la política monetaria. Se considera que la elección de Roosevelt a
la presidencia de Estados Unidos en 1932
y el fuerte aumento que el nuevo
gobierno provocó en la cantidad de dinero desempeñó un papel importante en la
recuperación (O. Blanchard, Macroeconomía, Prentice Hall, 2000).
En el caso de la Eurozona, los bajos ritmos de inflación, inferiores a
las previsiones en el primer trimestre de 2014, han alejado cada vez más a los
precios del objetivo del 2% de variación anual. Dicha evolución ha llevado a
plantearse la cuestión de una
posible deflación en dicha área económica. Esta situación ha hecho que se
redoble la atención sobre las posibles políticas del Banco Central Europeo (BCE),
donde los márgenes de reducción de los tipos de interés resultan muy limitados
(el tipo de intervención está en el 0,25%).Es posible que, en presencia de
economías muy endeudadas, una tasa de de inflación inferior al 1% puede
plantear problemas. La deflación aumenta el valor real de la deuda.
La política de “alivio cuantitativo” es
un instrumento de política monetaria que podría poner en práctica el BCE de forma más o menos
similar a lo realizado por otros bancos
centrales, entre los que destacan la Reserva Federal de Estados Unidos y el
Banco de Japón. Dicha política consiste en la creación de dinero a través de
las compras de activos, lo que aumenta
el tamaño del balance de un banco central. La política monetaria citada se
puede desarrollar a través de diferentes canales, entre los que destaca la
posible compra de activos por el BCE a
los bancos (W. Munchau, Financial Times, 30 de marzo de 2014).
Una vez que estos últimos disponen de una mayor liquidez se puede impulsar
la concesión de créditos a las empresas. Pero el
multiplicador monetario no funciona, pues el banco central crea reservas
bancarias a petición de los bancos. Esto convierte en modesto
el impacto de la política de ”alivio cuantitativo”, con lo que el
principal impacto de dicha política es
el de afectar al precio relativo de los activos. Se elevan los precios de los
activos financieros y baja su rentabilidad
(Martin Wolf, “Only the ignorant live in fear of hyperinflation”, FT,
10.4.2014).
En los casos de Estados Unidos y de Japón la
actuación de los bancos centrales ha
llevado a multiplicar el balance del
banco central correspondiente, lo que algún efecto expansivo ha tenido sobre las
respectivas economías. La práctica de dicha política provoca con
frecuencia efectos colaterales poco
positivos. Ejemplos de lo anterior son
las frecuentes burbujas bursátiles que se producen incluso en presencia de un
comportamiento mediocre de la economía. Otra forma de desarrollar tal actuación sería la de efectuar compras de
deuda para reestructurar los niveles de los
tipos de interés, provocando así un descenso mayor de los tipos de interés a largo plazo.
En
la reunión del Consejo del BCE de 3 de abril de 2014, según declaración del presidente de dicha entidad, “hubo consenso unánime para utilizar todos
los instrumentos disponibles de política monetaria, incluidos los no
convencionales, para hacer frente a los riesgos de un periodo prolongado de
baja inflación” (El País, 4 de abril de 2013). Entre dichas medidas
no convencionales podrían incluirse la provisión de liquidez a los bancos o un programa
de compra de activos. Sin embargo, no se pasó del anuncio de tal posibilidad.
En España la tasa de inflación de
marzo de 2014 fue del -0,1%, lo que ha
planteado preocupación por el riesgo de
deflación que dicha situación comporta (primero el INE anticipó un -0,2%, que
después se ha corregido a la baja. De forma paralela, los precios de las viviendas
y los alquileres han seguido
descendiendo en los primeros meses de 2014, aunque a un ritmo inferior al de los dos años anteriores. El retroceso acumulado de los precios de la vivienda en España desde el inicio de la crisis ha sido del 40,6% según Tinsa, superando
la caída de los precios de las viviendas a la de los alquileres.
En el primer trimestre de 2014 la
economía española puede haber crecido algo más que en el último trimestre del pasado año, en el que el
PIB creció en un 0,2%. La afiliación a la seguridad social en marzo de 2014 creció
en un 0,7% anual, aunque el empleo a tiempo completo ha crecido menos. Las condiciones de financiación crediticia son todavía difíciles. El comportamiento
deflacionario de precios y salarios en España
confirma la presencia de un i importante excedente de capacidad productiva no
utilizada.
Si tras seis años de recesión la economía española ha reiniciado una senda de crecimiento
todavía débil importa que dicha evolución se mantenga y que no resulte afectada por las consecuencias
de la deflación, esto es, de descensos de precios y salarios y de un escaso
o nulo crecimiento. El riesgo radica en que la inflación permanezca en
niveles negativos o ligeramente
positivos durante un periodo prolongado,
lo que afectaría a la baja a los salarios y al
consumo. El BCE debería de pasar a la acción cuanto antes para impedir
dicha deriva hacia la deflación.
Una versión
más reducida de este articulo se ha publicado en la revista semanal “El Siglo” de 14.4.2014
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